“El no ir a los Juegos Olímpicos de Barcelona cuando ya estábamos clasificadas fue una gran decepción. Pero la vida del deportista es eso, momentos de felicidad y de desilusión”
|Texto de Ángela Ruiz Terán
Cuando restar tiempo te da vida solo puedes ser atleta. Esos que buscan dejarse segundos por el camino y entienden el valor de unas centésimas. Patricia Morales lo comprendió cuando dejó los sticks y la pelota para calzarse unos clavos y cruzar esa línea blanca sobre la que años más tarde dibujaría un palmarés de éxito. Sus cualidades la permitían hacer algo al alcance de muy pocos, volar entre zancadas. Y siendo ya una adolescente, así lo hizo, enfundada en unas mallas, sobre el soporte de unos tacos y la mirada de su profesora de educación física, Lourdes Valdor, que se convirtió en su entrenadora y alguien a quien tener de referente. Sin embargo, pronto sus propios pasos la convirtieron en esa atleta internacional que selló su nombre en la velocidad española, en esa Patricia Morales que se recreaba perdiendo décimas de segundo en cada competición. Para la que fuera asidua del relevo nacional durante la década de los 90, once segundos dicen muchas cosas. Hablan de sacrificio, tenacidad, ilusión y pasión. Hablan de toda una juventud. Ellos la llevaron al mundial de Tokio como integrante del 4×100. Allí, un testigo consiguió unir la calidad de cuatro atletas de oro en un récord de España que permaneció vigente durante más de una década. Pero la hazaña colectiva solo fue un reflejo de los pódiums que conquistó en categorías inferiores y un espejismo de lo que estaba por llegar. Patricia fue Campeona de España absoluta de 100 metros en el año 93; finalista en los 100 metros y bronce en el relevo corto de los Juegos del Mediterráneo de Languedoc; y cuarta en el 4×100 en la misma cita internacional en Bari 97. En Cantabria nunca quedó en el olvido lo que hizo en el tartán, manteniéndose en el top 3 de los 100 (11.66) y 200 metros (24.21) y ostentando los récords sub 23 y sub 18 de 60 metros bajo techo. Patricia Morales ha vuelto la vista atrás para recordar el deporte que la cambió la vida: “El atletismo lo ha sido todo, he disfrutado y me ha compensado mucho”.
-Imagino que desde pequeña fue consciente de la disciplina que acarreaba el deporte al ver de cerca el sacrificio a través de su primera entrenadora y atleta, Lourdes Valdor. ¿Tuvo claro desde sus inicios que quería ser atleta?
Cuando me inicié con 14 años tampoco tenía mucha conciencia de ello, empecé de manera más progresiva porque era pequeña. Es más, yo jugaba al hockey y fue mi hermana quien comenzó en el atletismo primero. Lourdes era la profesora de educación física en Las Esclavas y fue cogiendo a niñas para iniciarles. En mi caso, cuando comencé en cadete despuntaba en Cantabria pero hasta ahí. Después nos dedicamos a entrenar un poco más la velocidad y ya empecé a destacar en nivel junior, gané un campeonato de España y me llamaron para acudir a una concentración absoluta en Canarias de cara a entrar en la dinámica del relevo y que en un futuro las jóvenes velocistas pudiéramos ir entrando al equipo nacional. En el 87 acudí también al campeonato del mundo junior. Pero al final, el atletismo es un deporte individual y además de lo que te aporten tus entrenadores, que es importantísimo, tienes que empezar a cuidarte tú solo, tanto en el entreno como en el descanso. Después, con 18 años, me fui al CAR a Barcelona, donde la exigencia era mayor y el cuidado también.
-En Santander labró sus primeras internacionalidades en categorías inferiores y fue en Barcelona donde pasó a hacerse un hueco en la élite nacional, ¿cambió su preparación cuando entró en el Centro de Alto Rendimiento?
En el CAR eran entrenos muy duros pero me sentí muy a gusto. Venía de Santander de entrenar una vez al día y allí entrenábamos dos, con unos volúmenes muy importantes. Cuando entras en una residencia becada no eres la única que ha dejado su ciudad y te apoyas en tus compañeras, al final aunque sea un deporte individual hay equipo y hay amistad. Además, la velocidad ya empezaba ese año a estar presente en el CAR, por tanto era un grupo nuevo, con gente de mi edad y tengo un recuerdo muy especial.
En las facilidades para entrenar también cambió bastante. En Santander teníamos la dificultad de que no había nada cubierto en la pista y el clima tampoco ayudaba. Pero fue muy bien porque con pocos recursos sacaron la calidad del atleta junior y se obtuvieron resultados. Entrenábamos en La Albericia y también íbamos a hacer cuestas al faro, salíamos a correr fuera o hacíamos pesas en un gimnasio externo pero para ello tenías que dedicar un día a cada cosa. En el CAR podías hacer gimnasio, luego hacer arrastres y después salir a la pista descubierta a hacer series, todo en el mismo sitio.
-En el año 91 formó parte del relevo nacional de 4×100 en el mundial de Tokio, donde batisteis el récord nacional que ha estado vigente durante 11 años. ¿Cómo se siente una ostentando un récord de España durante más de una década?
Te gusta tener tanto tiempo ese récord vigente pero también el ver cómo le van batiendo porque eso indica que hay presente y futuro en la velocidad española. Actualmente hay muchas jóvenes que corren a ese nivel o mejor, antes era más puntual. Ahora a nivel nacional está saliendo gente muy buena, las finales de 100 metros son caras, los resultados de las 8 finalistas son muy buenos y por eso los récords de los relevos ya pasaron a la historia. Nosotras disfrutamos mucho el relevo por el ambiente, porque ahí vamos todos a una. Sin embargo el atletismo no deja de ser individual y sí que valoras más donde queda tu marca personal. Ese mundial de Tokio fue la gran cita de mi carrera atlética hasta entonces pero el mejor momento fue cuando quedé Campeona de España. Además de ese récord de España quedamos las 11 del mundo. En cambio, después de ese campeonato y la gran actuación que tuvimos, llegó la mayor desilusión de mi carrera.
-¿Cuál fue esa “desilusión” o “espinita” que le quedó en el atletismo?
El no ir a la olimpiada de Barcelona 92 cuando habíamos ganado la clasificación en Tokio simplemente por quedar entre las 12 primeras y haber hecho el récord de España. En principio teníamos la plaza reservada pero al final no nos llevaron. Fue una gran decepción y sobre todo nos supo mal porque era en casa. En otros casos también luchamos por estar en unos Juegos Olímpicos, estuvimos jugándonoslo para ir a Atlanta, pero no es lo mismo que cuando es la primera olimpiada y en casa. Pero supongo que la vida del deportista es esto. Cosas de mucha felicidad y muchas decepciones también.
-A nivel individual, ¿fue el año 93, cuando se colocó al frente del 100 español, el mejor de su carrera atlética?
Sí. En categorías inferiores siempre había tenido medallas en promesa, junior, fui campeona de España universitaria, acudí a un mundial universitario… pero ese año fue el más completo. Precisamente fue por esa temporada por la que me dieron el Alerta de Plata llegando a la final con Quique Setién. Que me lo dieran a mí no me la esperaba. A nivel individual esto sí que es importante porque te ves que eres tú. Hice mi mejor marca y quedé campeona de España. Aquel triunfo en Gandía fue mi mejor momento.
-¿Qué herencia personal le ha dejado el atletismo?
Para mí lo ha sido todo, he disfrutado mucho, y me ha compensado sobre todo. Yo a mis hijos les dejo ser libres y elegir, pero en el caso del deporte no es negociable. El deporte da exigencia y sacrificio pero también te aporta mucho. Al final es una etapa muy bonita de tu vida. Me quedo con las grandes amistades, con las que compartí momentos duros y grandes alegrías. Además, gracias al atletismo conocí a mi marido, Miquel Ángel Cos, que es fisioterapeuta de la Federación.
Cuando lo dejé ya había empezado a trabajar y sentí que me tocaban otras cosas. En el CAR entrené con Rafa Martín, luego pasé con Alex Codina y después me fui con Carles Lloveras, con quien volví a correr mucho pero ya no entrenábamos tanta cantidad pero sí calidad, hacíamos en tres sesiones lo que en el CAR hacíamos en una. Cuando me volvieron a plantear ya con 29 años entrenar más, vi que no era el momento. Lo más duro son los años en que entrenabas mucho y muy bien y luego no salían los resultados. Además al estar becada también tienes ese extra de mantener un nivel, una marca y no lesionarte porque sino tenía que volver para casa. La velocidad al nivel en el que yo me movía no daba tanto dinero como para poder ganarte la vida de ello pero sí que tenía la beca del CAR, la beca económica de la Federación y el club que te pagaba algo. Para mí era suficiente como para poder dedicarme más o menos a ello y me permitía además que en casa no fuera una carga del 100%. Sin embargo me siento muy afortunada de lo que tuve en esos años y lo que te aporta el atletismo compensa.