Asunción Sinobas: «Salía a correr a las afueras de Santoña para que nadie me viera porque en aquellos años la mujer en el deporte no estaba bien vista»
|Texto de Ángela Ruiz Terán
Santoña vio nacer a grandes atletas cántabros de las décadas de los 70 y 80. Los años de oro atléticos de aquel pueblo de la costa oriental cántabra tienen nombres propios, y el de Asunción Sinobas deja especial herencia pues dibujó en sus calles las primeras huellas de una mujer que corría en busca de su sueño. Pero detrás de caza zancada se escondía la dificultad de quien se sale del camino preestablecido en una época donde los destinos estaban ya escritos para muchos jóvenes. El de Asunción Sinobas le hubiera llevado a trabajar desde la adolescencia de no ser porque su talento no pasó desapercibido en aquel primer campeonato de España de Cross Escolar donde “sin medios, sin zapatillas y sin entrenamientos conseguí quedar subcampeona”, recuerda. Sus mejores años como atleta los vivió en Laredo, donde entrenaba cuando se proclamó campeona de España de 1.500 y 3.000 metros y fue décima en el Campeonato del Mundo de Cross disputado en el Hipódromo de la Zarzuela. Un Mundial de campo a través que se suma a los siete más a los que acudió vistiendo la roja, al hacerlo de forma ininterrumpida desde el año 79 hasta el 86. Además, Sinobas fue sexta en el Campeonato de Europa de pista cubierta de 1986 en los 1.500 metros; conquistó el pódium del Campeonato Iberoamericano ese mismo año en La Habana, siendo oro y bronce en 3.000 y 1.5000, y se proclamó campeona del mundo universitaria de campo a través en 1984. Ostenta dos títulos de campeona de España de 1.500 metros, tres campeonatos de España de 3.000 y uno de 5.000; y batió el record de España de milla. Se trata de una de las cuatro mejores cántabras de siempre en 1.500 y 3.000 metros, una deportista a quien “el atletismo le cambió la vida”.
– ¿Cómo fueron sus comienzos en el atletismo?
Me inicié en la escuela cuando estaba en octavo de EGB con una selección que hizo la profesora de educación física, Lourdes Solórzano, para participar en el campeonato provincial escolar de cross. Decían que era más velocista pero corrí y fui la primera en esa prueba. Después fuimos al campeonato provincial. Eran 4 carreras que se hacían en La Magdalena y quedé primera en las cuatro. De esta manera asistimos al campeonato de España escolar y sin medios, sin zapatillas y sin entrenamientos conseguí quedar subcampeona. Ahí habría terminado mi inclusión en el atletismo de no ser porque en el verano me llegó una invitación a una concentración que se celebraba en La Albericia organizada por la Federación Española de Atletismo. Eso me cambió la vida. Se me acercó Miguel Feijoó, que en aquellos momentos estaba ejerciendo como técnico, me dijo de entrenar con él y acepté. Yo hasta ese momento competía con las cualidades físicas que tenía, no entrenaba. Mis padres vieron que era una oportunidad y se replantearon el que tuviera que empezar a trabajar. A partir de ese momento me mandaba planes de entrenamiento, sin poderme ver personalmente porque él vivía en Santander y yo en Santoña. Yo iba haciendo lo que podía con lo que él me mandaba, intentaba cumplirlo. Todo esto me cambió la vida porque mi planteamiento a los 14 años era otro. El atletismo hizo que tomara el camino más adecuado y el que me ha aportado más como persona, el que me ha hecho ser lo que soy ahora.
– ¿Fue difícil ser atleta en aquella época? ¿Cómo eran los entrenamientos?
Fue muy complicado. En aquella época –año 75- la mujer en el deporte no estaba bien vista, y menos en Santoña. Podías ver a muy pocas mujeres que hicieran deporte, era algo más de hombres. El club que llevaba Miguel Feijoó me dio unas zapatillas para correr, nada comparable con las de ahora, y un chándal, y con esos pocos medios salía a correr a las afueras de Santoña para que nadie me viera porque cuando me veían algunos chicos se dedicaban a insultarme. Para mí fue duro pero el amor que le tenía al atletismo y lo que me aportaba hizo que no desistiera a todos esos sinsabores que me daban algunas personas cuando me veían correr. Seguí adelante porque tenía todo el apoyo de mi familia, de mis amigos y sobre todo porque lo que más me motivaba era encontrarme corriendo y libre, y eso me daba un placer que hizo que siguiera hacia adelante. El primer año fue duro porque además entrenaba sola en Santoña. En las competiciones federadas empecé a ser la número uno de Cantabria y a abrirme hueco, pero mi progresión fue como una regresión en ese primer año porque necesitaba que el entrenador estuviera al lado mío para corregir defectos. Entonces, al finalizar la temporada de pista se me acercarcon Juan Carlos Gutiérrez y Lorenzo Gutiérrez, los dos hermanos del club Atlético Laredo. Se habían fijado en mí y me ofrecieron ir a entrenar con ellos. Me abrieron las puertas del club, que fue mi casa deportiva, donde me hice como deportista y que además me dio muy buenos amigos. Mi padre me llevaba todos los días a Laredo, y entrenábamos en la Alameda porque no había pista. El gran auge y lo mejor que Laredo ha tenido atléticamente fue aquella época, de los años 76 hasta el 80.
– Entrenando en Laredo ya acudió a competiciones internacionales, ¿por qué decidió dar el paso de irse a la Blume a Madrid? ¿Qué supuso este cambio en su preparación?
Me vine a Madrid porque quería estudiar INEF y me ofrecieron irme a un club. Aunque me costó mucho decidirme eso suponía quitarles a mis padres una carga económica y empezar a ganar algo de dinero. Entonces aposté por cambiar, pero mi corazón siguió con el club Atlético Laredo. Ellos lo entendieron y me animaron a que hiciera lo que en ese momento para mí era mejor. La temporada 80/81 fue quizás la mejor que tuve porque quedé campeona de España absoluta de pista al aire libre, en el mismo fin de semana en 1.500 y 3.000, y también fui décima en el Campeonato del Mundo de cross. Demostré que era una gran atleta, pero después me fui a Madrid porque era el momento de entrar a hacer INEF, sino no me hubiera ido porque para mí el mejor entrenador que tenía era Juan Carlos Gutiérrez, que supo entenderme, supo personalizar el entrenamiento con cada atleta y también tenía un gran equipo de amigos y compañeros que incluso me hacían un poco de liebre en los entrenamientos. No teníamos los mejores recursos porque no había pista de atletismo y, sin embargo, fui capaz de hacer muy buenas marcas en pista al aire libre a las órdenes de Juan Carlos. La Alameda de Laredo era nuestra pista y eso hizo que el atletismo fuera una actividad muy valorada por los laredanos. Cuando ellos paseaban nos veían entrenar.
– ¿Hay más oportunidades ahora para un atleta?
No tiene nada que ver el atletismo de antes con el de ahora. Ahora hay una iniciación en el atletismo, hay escuelas en prácticamente todas las localidades, donde se trabaja desde la base. Eso sí, hay mucha más variedad a elegir en cuanto a deportes. Puede ser que una persona que pueda ser muy buena atleta decida coger otros deportes que pueden parecer más atractivos y no sufrir tanto, porque el atletismo es mucho sufrimiento, los resultados no salen de la noche a la mañana, hay que trabajar mucho, tener un buen entrenador y tener muy claro a dónde quieres llegar, sufrir cada día y confiar en ti. Oportunidades hoy tienen muchas más de las que teníamos antes en cuanto a instalaciones, entrenadores y en cómo está estructurado el deporte de base, el de tecnificación y después el de alto rendimiento. Además tenemos mucho más poder adquisitivo para comprar material y hay mucha más variedad. Oportunidades tienen muchas más pero eso no significa que salgan tantos atletas como antes, aunque el atletismo español está muy sano y hay muy buena base. Se ha hecho una buena labor desde los ayuntamientos, las comunidades y las federaciones territoriales y nacionales.
– Fue más de 10 veces internacional, ¿qué competición guarda con mayor cariño?
El campeonato del mundo de cross de La Zarzuela lo guardo como un gran recuerdo porque justo en ese mismo lugar, en el campeonato de España, me retiré. Para mí era un reto el poder demostrar que lo que ocurrió en el Nacional fue un cortocircuito. Estaba muy bien y tenía que conseguir demostrarlo. Después ha habido otros en pista al aire libre, como el Campeonato de España del 81, donde quedé campeona de 1.500 y de 3.000 en unas jornadas en las que casi no te recuperabas cuando tenías que volver a competir. Cuando fui campeona del mundo universitaria de cross también supuso para mí un gran momento porque me sirvió para ver que las cosas iban saliendo a pesar de que yo ya estaba en Madrid. Allí entrené mucho y conseguí mejorar marcas pero comparando lo que mejoré en Laredo con lo que mejoré en los 7 años que estuve en la Blume, diría que tuve mejor progresión en Cantabria. Se me quedó un poco atascado el no poder hacer mínima para unos Juegos Olímpicos pero tienes que estar en el momento oportuno al cien por cien. Los nervios, las lesiones, las oportunidades o que no tuve el momento crítico en el que tenía que haber hecho la mínima son determinantes, pero conseguí muchas cosas que son muy importantes. Al final vives el momento y me siento orgullosa y plena de conseguir todo lo que he conseguido.
– Sigue entre las cuatro mejores cántabras de siempre en 1.500 y 3.000 metros. ¿Cómo ve a los jóvenes del mediofondo y fondo en Cantabria?
Seguía quizás más el cross con las hermanas Fuentes-Pila y ahora estoy un poco desligada pero creo que hay mucha frescura de gente que quiere progresar en ello. Lo que es importante es la implicación de los ayuntamientos, crear más base y conseguir que los jóvenes que empiezan lleguen a júnior y sénior. Para tener un buen atletismo tiene que haber una buena base, de la buena base tiene que haber una progresión en los clubes, y los clubes no viven de nada, todo supone unos gastos, y tienen que poder seguir adelante. En la época mía los entrenadores prácticamente no cobraban, era por amor al arte, pero el tiempo, la preparación y la dedicación necesita tener también una repercusión económica. Si hay buenos entrenadores y lo llevan en la sangre, posiblemente trasmitan la ilusión por hacer atletismo. También hay que viajar, eso puede ser una de las cosas que haga que algo retroceda cuando se ha avanzado bastante.
– Es Jefa de estudios del Instituro Ortega y Gasset que está dentro de la residencia Joaquín Blume. ¿Qué consejos les da a las nuevas generaciones de atletas?
Lo que más les pido es que sean personas que aman este deporte, que están haciendo y sacrificando mucho -entrenan mucho más de lo que yo entrenaba en su momento-, y tienen que estar muy convencidos de que quieren llegar lejos. Muchas veces les digo que sacrificar lo que están sacrificando, niñez y juventud, si no tienen claro a dónde quieren llegar, no merece la pena. Hay que intentarlo, hay mucha gente que se va a quedar porque eso es ley de vida, pero tienes que estar con ilusión todos los días, intentar ser cada día mejor en todo, en lo personal y deportivo, y eso te hará llegar a conseguir el objetivo que te propongas. Puede que sea muy ambicioso, como el ser olímpico, pero en el camino vas a ir haciendo historia, y esa historia es la que te va a hacer ser mejor persona.