María Elena Moreno: «Sacrificas mucho por el atletismo pero crea adicción, siempre quieres más»
|Texto de Ángela Ruiz Terán
Imágenes: RFEA y FCA
Con mucho que ganar y poco que perder. Así pisa la línea de salida todo atleta que pone como aval las ganas. Algo que ha acompañado a Elena Moreno durante su vida deportiva. Una atleta que, en sus más de 25 años de zancadas adictas al roce del asfalto, bien podía ya haber dado la vuelta a medio mundo a base de kilómetros. Lo mismo debió pensar cuando con 15 años decidió cambiar el disfrute de correr en diferido por el placer de sentirlo en vivo. Ya no vería el atletismo a través de los ojos de una amiga, a la que iba a ver entrenar en su Liérganes natal bajo el mando de Atilano Cobo, sino que lo haría desde los suyos propios. Un cambio de mirada que se lo debe precisamente a él, quien la inició en lo que es ya su modo de vida: “Empecé gracias a Atilano. Fue él quien me obligó a hacer una carrera. Quedé muy bien y me entregó el trofeo José Manuel Abascal. Que uno de mis ídolos me diera la copa hizo que quisiera correr”, confiesa. Desde entonces los kilómetros nunca han convertido distancias en imposibles para ella. Y es que muy pocos tienen la capacidad de hacerlas pequeñas para los ojos de la gente. Los 10.000 metros la llevaron al Campeonato de Europa de Gotemburgo en 2006 y a las Copas de Europa de Antalya, Ferrara y Pravets, en las dos últimas con oro por equipos; y en el barro luchó en dos Campeonatos del Mundo de cross y uno de Europa. Pero es en una maratón donde guarda su mejor recuerdo y la que le dejó la espinita de su carrera deportiva, los Juegos Olímpicos de Pekín se quedaron sin ver a cuatro cántabras sobre un tartán. Sin embargo, Elena no es la reina de la media y larga distancia cántabra por lo que no pudo ser, sino por lo que fue: la siete veces internacional y medallista nacional en 10.000, media maratón, maratón y cross posee también el récord regional de 10.000 metros en pista, y ahora espera que su vinculación al atletismo no tenga fecha de caducidad y pueda disfrutar de él desde otras perspectivas.
– ¿Cómo fueron sus primeros años en el atletismo?
Hasta los 19 años estuve con Atilano y después empecé con José Manuel Abascal. En el equipo de Liérganes era la única chica mayor que quedaba y entrenar sola era muy difícil. Entre Atilano y Abascal decidieron que me fuera a entrenar con su grupo y ahí comencé a despegar. Empecé como hobbie, estudiaba en Santander pero vivía en Liérganes y entrenaba solamente un día a la semana para divertirme, no me clasificaba para ningún Campeonato de España. Después en la universidad también di prioridad a terminar mis estudios y únicamente entrenaba uno o dos días a la semana. Prácticamente solo corría cross, nunca me había puesto a correr ninguna prueba de pista. No me interesaba porque si no entrenaba duro tampoco quería sufrir. Fue a partir de los 23 años cuando Abascal me dijo que me veía con capacidad y que aprovechara los años buenos porque el deporte tiene una vida muy corta. Fue ahí cuando pegué el salto y quedé quinta en el primer campeonato de España de cross. Después, ese mismo verano, quedé tercera de España en 10.000. Ahí me di cuenta de la razón que tenía Abascal cuando me dijo que tenía que dedicarme a esto por lo menos unos años. La verdad es que directamente empecé con distancias largas, con 5.000, y a partir del año siguiente 10.000 y medias maratones.
– ¿Dónde se forjó como atleta esa adolescente que empezó con 15 años?
Prácticamente con todos los entrenadores que he tenido en Cantabria he entrenado en los mismos sitios. Solíamos rotar para que la mente no se acomodara o no te agobiaras siempre con la misma rutina. Alternábamos el bosque de Liencres con el prado de Soto de la Marina, donde prácticamente todas las que pasamos por las manos de José Manuel Abascal hicimos un montón de kilómetros. Los entrenamientos de invierno se solían hacer en Liencres y, cuando empezábamos el verano, como teníamos la pista de atletismo en Torrelavega lo hacíamos en el Patatal y en el Óscar Freire.
En mi trayectoria deportiva en Cantabria tuve un paréntesis porque empecé a entrenar con Dionisio Alonso. Estuve un año entrenando a distancia y como me parecía tan difícil, al estar acostumbrada a que el entrenador estuviera viéndome día a día, corrigiéndome en cada momento, decidí marchar a Madrid. Estuve allí un año en la Blume. Después regresé con Valentín Rodríguez y posteriormente empecé con Fabián Roncero.
– Siguiendo el consejo de Abascal, sí que pudo dedicarse al 100% al atletismo durante un tiempo. ¿Ahora puede un atleta dedicarse a él a tiempo completo?
Ahora es muchísimo más complicado. La época en la que me tocó vivir era un momento dorado para el atletismo, había un montón de dinero, los ayuntamientos daban muchas subvenciones, las marcas también organizaban y patrocinaban muchísimas carreras y había premios económicos y fijos altos para que pudieras tomártelo como un trabajo. Vivir bien muy poca gente lo ha conseguido pero para seguir el día a día, como si fuese un trabajo normal, en mi época sí que se podía conseguir. De hecho estuve siete años viviendo de lo que ganaba en el atletismo e hice una vida normal, como cualquier persona. Pero ahora se patrocina muy poco, en carreras donde podías considerar que te daban una buena cantidad ahora se ofrece una pequeña gratificación. Es imposible, tienes que ser una superestrella o compatibilizarlo con un trabajo.
– Si echa la vista atrás, a esas siete internacionalidades con sendos oros en Copas de Europa por equipos, maratones, Campeonatos de España… ¿Con qué momento se quedaría?
Elegiría mi primera maratón en Zaragoza. Fue cuando se celebraba la Expo y lo inauguraban con una maratón. Fui como una invitada más y la sorpresa de todos y sobre todo la mía fue acabarla y además ganando la prueba en categoría femenina superando tanto a atletas nacionales como extranjeras. Con ese momento es con el que me quedo de entre todos, más allá de los grandes campeonatos.
– De esa primera maratón a otra, Rotterdam 2016, donde peleó por la mínima para Río de Janeiro, ¿cómo vivió esos 42 kilómetros con el aliciente de poder ir a unos Juegos Olímpicos?
Para mí no fue muy buena la experiencia, estuve entrenando muy duro para hacer la mínima olímpica que era 2h33:30 y teníamos en mente hacer 2h32:00. Estábamos superpreparados, por lo menos físicamente, mentalmente me di cuenta de que no. Llevé como liebre a mi entrenador, Fabián Roncero, pero se había lesionado unos días antes y solo me pudo acompañar hasta el kilómetro 21. A partir de ahí mi cabeza ya no supo reaccionar, me quedé sola los siguientes 21 kilómetros, se me hizo muy largo. En el kilómetros 33 me paré y me senté en una acera, pero continúe la carrera. Acabé muy rápido al final pero no conseguí la mínima olímpica. Sí que hice la ‘mínima olímpica B’ en la que me daban la opción de ser suplente por si alguna atleta se lesionaba, pero prácticamente ya estaba fuera. Esa es la espinita que me quedó, el hacer una mejor maratón. Lo tenía en las piernas. Los Juegos Olímpicos se me quedaron ahí y no pude vivirlos a pesar de estar muy cerca en varias ocasiones. El primer año que corrí la maratón en Zaragoza sí que conseguí la mínima pero me lesioné. Las otras dos veces logré la ‘mínima B’, y por tanto siempre fui suplente. Nunca he conseguido ir a unos Juegos, pero por suerte hay atletas cántabras que han logrado ese sueño que tenemos todas.
– Después de una carrera muy dilatada en el tiempo, ¿Cuál es el secreto para estar tantos años en activo en un deporte tan sacrificado como el atletismo?
El secreto es que te guste, es lo primero de todo. Yo cuando empecé entrenaba muy poquito, el grupo de entrenamiento que teníamos era muy divertido, hacíamos que no fuera solamente entrenar. Era un hobbie en el que nos encontrábamos unos amigos y nos lo pasábamos muy bien. A partir de ahí la motivación empieza cuando ves que ganas carreras, cuando se reconoce todo el esfuerzo que haces. Evidentemente en los momentos más duros es también cuando más te exiges. Pasas por todas las fases, ves que estás en el momento cumbre de tu carrera y luego llega una temporada en la que crees que tienes que dejarlo. Es mucho sacrificio el entrenar, el no poder hacer todo lo que quieres con tus amigos, el tener que descansar muchas horas. Llega un momento que piensas que no merece la pena pero cuando ves la recompensa es como una adicción, quieres más.
– Ahora, ¿qué planes tiene Elena Moreno en el atletismo?
Ahora no es un momento muy bueno para mí en el mundo del atletismo pero sigo enganchada. He hecho el curso de Técnico Deportivo en Atletismo porque no me gustaría nunca desvincularme de algo que ha sido mi modo de vida y mi pasión. En la actualidad estoy entrenando a un pequeño grupo que practica agility, que aunque no tiene nada que ver con el atletismo sí que quieren tener una buena forma física. Y a la vez yo sigo entrenando. Sé que no voy a llegar al nivel que tenía, tengo ya 41 años y ahora voy a intentar salvar el fin de mi carrera deportiva en las competiciones de veteranos. En el mundo del atletismo cuanto mejor seas, cuantos más campeonatos ganes, más presión tienes, estás jugándote el pan de cada día. En cambio ahora va a ser disfrutar.
– A nivel regional, perteneces a una generación difícil de repetir, con las hermanas Fuentes Pila, Irene Pelayo y Paula González Berodia. Es más, fuisteis campeonas de España de campo a través en dos ocasiones con Cantabria. ¿Llegará otra generación como la vuestra?
Lo veo muy complicado. Nosotras tuvimos la suerte de coincidir todas y de entrenar prácticamente con el mismo entrenador, salvo Paula. Creo que nos conocíamos bien, éramos muy luchadoras. Aparte del entrenamiento físico nos inculcaron también la fuerza y la dureza mental que hay que tener. Ahora va a ser muy difícil, estamos en un momento en el que la juventud empieza a dejar el atletismo y a preocuparse por otro tipo de actividades. Sí que hay dos o tres niñas que de momento parece que van a hacer muchísimas cosas, pero hay que esperar porque esto es una carrera de fondo y no importa correr mucho con esas edades, cuando hay que correr es a partir de los 23 años. El atletismo es un deporte individual, eres tú contra ti misma y contra el crono, pero ayuda muchísimo el tener un grupo de entrenamiento en el que haya un buen ambiente, en el que te esfuerces porque ves que hay otra que va delante. Entre nosotras sin darnos cuenta nos hemos ayudado las unas a las otras.